martes, 31 de enero de 2017

Emmanuelle Riva, la actriz que no quiso ser estrella

El viernes pasado murió Emmanuelle Riva. Le faltaba un mes escaso para cumplir 90 años.
Creo que tuvo una buena vida. Y, en cualquier caso, se atrevió a vivirla. Y vivir la propia vida, es decir, seguir los propios proyectos y deseos, no es tarea fácil y menos para una mujer.
En la última entrevista que concedió (hace algo más de un año) volvía a reivindicar la libertad por la que siempre optó, tanto en lo personal como en lo relativo a su trabajo. Pensemos que, por ejemplo, nunca quiso casarse y no se casó. Ya sé que hoy en día es una opción que nos parece “casi” normal pero ¿os imagináis en los cincuenta o en los 60 las presiones y los sermoneos que tendría que aguantar?
Hiroshima, mon amor




De familia muy modesta, (abuelo emigrante) y de zona rural, estaba destinada a ser costurera.
Pero, desde muy joven, se apasionó por el cine y la literatura y concretamente por las obras teatrales que leía con avidez.
En el 53 (a los 26 años, o sea, una vieja para su época) vino a París y consiguió que la seleccionaran y la becaran en una prestigiosa escuela de teatro.
En el 58, Alain Resnais la eligió para interpretar Hiroshima mon amour. Como sabéis, aunque en Cannes no premiaron este film por miedo al “amigo americano”, rápidamente levantó clamores de entusiasmo. Incluso en USA. A veces me sorprende el servilismo francés (en fin, del estado francés) con EEUU. Bien es verdad que, cuando se estrenó, habían transcurrido solo 13 años desde el bombardeo de Hiroshima y que los franceses tenían muy presente que los soldados yanquis fueron quienes fundamentalmente liberaron a Europa de los nazis.
Hiroshima mon amour es, desde mi punto de vista, la mejor película de Resnais. Marguerite Duras siempre dio a entender que el mérito era suyo pues era ella la que había escrito el guión… En fin, no entremos en polémicas que nos desviarían del tema. Digamos que, en efecto, hay creaciones que se hacen en estado de gracia y consiguen que confluyan en ellas lo mejor, lo más potente y luminoso de cada persona de las que participan. Se crea así una obra maestra que, luego, ninguno de sus componentes por separado consigue repetir.
Aunque no considero que ese fuera el caso de Emmanuelle Riva pues, cuatro años después (en el 62), protagonizó Thérèse Desqueyroux de Georges Franju. Y curiosamente, también pienso que esta es la mejor película de Franju. El guión, del propio Franju y de Mauriac, estaba basado en la novela del mismo Mauriac. Mauriac me sorprende: un tipo de la burguesía rancia de Burdeos (y la burguesía de Burdeos es una especie de destilado de la burguesía), católico, políticamente muy conservador, pero que, sin embargo, escribió novelas que no lo son. Concretamente esta, Thérèse Desqueyroux, es muy arriesgada e impresionantemente poco convencional. En ella se explica muy bien cómo las circunstancias empujan a Thérèse a casarse “voluntariamente” -o sea, sin que literalmente nadie le obligue- con un señor al que no quiere, que incluso le repugna y con el que no comparte nada. Para colmo, si bien Mauriac no justifica expresamente los métodos que Thérèse emplea para “quitarse de encima” a su marido, nos hace entender su sorda desesperación. En resumen, Mauriac comprende a Thérèse… No la absuelve, pero la comprende. Eso, siendo como él era, vuelvo a repetir, un burgués católico y conservador, resulta muy sorprendente. Pero a veces ocurre: los creadores son superados por sus obras.
Creo, con todo, que la clave explicativa reside en la homosexualidad de Mauriac, vivida por él en un total ocultamiento, por supuesto. De hecho se casó con una señora de su clase y condición y fue padre de varios hijos. Con esto que acabo de decir, no afirmo que ser homosexual conlleve dotes literarias ni de ningún tipo sino que Mauriac, al sufrir en carne propia la represión, tuvo la posibilidad (que aprovechó) de pensar los estragos que ocasiona,
En cualquier caso, a mí Thérèse Desqueyroux me parece una novela magistral y del film opino lo mismo.
Pero me estoy desviando de lo que aquí me interesa: Emmanuelle Riva.
Es sorprendente que, después del bombazo y la sacudida  que supuso Hiroshima por amour, Emmanuelle Riva no se convirtiera en una de las estrellas faro de la cinematografía francesa con proyección internacional. Ciertamente, como ella misma relata, prefirió la libertad, se negó a hacer películas en cadena, siguió dedicándose mucho al teatro y participando solo en aquellos proyectos cinematográficos que personalmente le interesaban.
Su última gran película fue Amour de Michael Haneke, en el 2012. Por ella le dieron el César a la mejor actriz. Personalmente creo que se lo dieron como homenaje al conjunto de su carrera.
A mí siempre me enganchó mucho esa manera tan suya de estar sin estar del todo. Esa impresión que transmite en sus films de tener parte su emoción y su mente en otro lugar. De vivir habitada por la nostalgia de lo que pudo ser y no fue o ya no es. De lo que se desea sabiendo que no es posible. Aceptando la fatalidad pero sin poder olvidarla totalmente. Viviendo la pérdida sin regodearse en la añoranza ni sumirse en la tristeza pero con la herida.
Y siempre la recordaré rapada y prisionera en aquel sótano cuyas paredes arañaba, sin noción de nada, totalmente perdida en el abismo.
Y la recordaré recitando los mantras de Hiroshima mon amour: “Tu n’as rien vu à Hiroshima, rien”; “J’ai tout vu à Hiroshima, tout” ; « Le fer brulé, le fer brisé, le fer devenu vulnérable comme la chair » ; « Comme toi, j’ai oublié » ; « Je te rencontre. Je me souviens de toi. Qui es-tu ? Tu me tues, tu me fais du bien”.
Oh, lá, lá ! como dirían por aquí…
Y la recuerdo mirando a Bernard Desqueyroux (Philippe Noiret), su marido en la ficción, y preguntándose cómo sobrevivir al desastre.
Thérèse Desqueyroux 
Os diré que yo tuve el enorme placer de conocerla. En efecto, en marzo de 2006, el Instituto Francés de Madrid organizó una serie de actividades culturales en torno a la obra de Marguerite Duras y, por supuesto, programaron Hiroshima mon amour. Vino Emmanuelle Riva. A mí me invitaron a participar en una mesa sobre el film, junto a ella. Os aseguro que no soy especialmente mitómana, pero en esa ocasión me sentía como flotando. Durante el par de días que estuvo por Madrid, yo anduve pellizcándome para convencerme de que esa señora que estaba allí, sentada a mi lado, o cerca, o cenando en la misma mesa era Emmanuelle Riva.
PS. Emmanuelle Riva también publicó varios libros de poemas pero no comento nada de ellos porque realmente no conozco su obra poética.

En la ceremonia de los Oscar, 2013.

http://www.tribunafeminista.org/2017/01/emmanuelle-riva/

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